Ángela Cura

CICLO UN MAR SIN ORILLAS

 Dejadme vivir donde quiera; aquí está la ciudad, allá la naturaleza; cada vez abandono más la primera para retirarme al estado salvaje (…).´El mundo acaba allí´, dicen; ´más allá sólo hay un mar sin orillas´ . Caminar. Henry David Thoreau.

Un efecto extraño de una atmósfera distante

En el texto Del escenario de la ciudad al paisaje urbano[1], Javier Maderuelo recuerda un cuento de Jorge Luis Borges en donde uno de los personajes, un hombre nómada, sufre un impacto, una fascinación al encontrarse con la ciudad de Ravena.

El cuento dice “Las guerras lo traen a Ravena y aquí ve algo que no había visto jamás… Ve el día y los cipreses y el mármol. Ve un conjunto que es múltiple sin desorden; ve una ciudad, un organismo hecho de estatuas, de templos, de jardines, de habitaciones, de gradas, de jarrones, de capiteles, de espacios regulares y abiertos… Bruscamente lo ciega y lo renueva esa revelación, la Ciudad. Sabe que en ella será un perro, o un niño, y que no empezará siquiera a entenderla, pero sabe también que ella vale más que sus dioses y que la fe jurada y que todas las ciénagas de Alemania”.

A partir de la observación de parajes de la geografía nacional y de elementos encontrados allí, tal como en el cuento, Ángela es provocada por una revelación. Da inicio a su trabajo, tratando de hacer suyos objetos, herramientas, materiales e imágenes que la seducen y cautivan; indaga sobre sus orígenes, formas y usos para luego, por medio de ciertos desplazamientos, modificar parcial o totalmente su morfología generando híbridos que establecen puentes entre lo orgánico e inorgánico, relevando una estética de bella rareza formal, que nos habla de las relaciones de coexistencia y adaptación de ciertos cuerpos como prototipos sensibles, subjetivos y tensionados hacia una continuo cambio, en el que no pueden negar su fuerza subversiva.

Nancy Mansilla Alvarado -Ángela Cura

[1] Maderuelo, Javier. 1998. Actas desde la ciudad.