Seis días de residencia en la Isla Tabón. Un tiempo corto para residir, pero un convivir directo y consciente con el territorio que habitamos durante sólo seis días. Fue un momento para recibir experiencias, descubrir paisajes, compartir, probar comidas, escuchar historias y para intentar tomar algo de la isla con la esperanza de resignificarlo en un proceso de obra. Fue sobre todo un ejercicio de observación y calma para dejar que la gente, la tierra, los animales, el mar y todos los objetos que pueden estar contenidos en una isla de 330 hectáreas de superficie nos recibieran como parte de su territorio por un período acotado de tiempo.
Una vez terminado este proceso comienza el enfrentamiento con los resultados, que forman parte del complicado ejercicio posterior de trabajar sobre los procesos inconclusos. Es el trabajar con conversaciones que podrían haber sido parte de una investigación más profunda, sobre temas que no pudimos analizar, gente que faltó conocer, imágenes que podrían haber sido mejores, objetos que podrían haber sido clasificados ordenados y etiquetados por nombre, fecha y lugar, pero sobre todo es el ejercicio de respirar y buscar nuevamente la calma para volver a la memoria intangible de ese lugar y reflexionar sobre lo que pudimos recolectar.
Bajo esta fórmula, el trabajo ha significado un absorber rápido e intenso de descubrimientos que no fui capaz de internalizar en el momento de una manera consciente, pero que más tarde, al volver sobre lo recolectado y al tomar distancia de lo aprendido, irá tomando forma y sentido.